TIMOTEO, MÁS QUE UN CIUDADANO DEL MUNDO

La universalidad es una característica que nos trasciende como humanos, indispensable para poder lograr identificarnos con algo externo al “yo” y de esta forma generar empatía. “Timoteo”, el personaje escultórico creado por Rodrigo de la Sierra, en este sentido, es un espejo donde nos vemos reflejados como parte de una sociedad donde existimos a partir de nuestras labores más cotidianas.

Su creador descubrió que su alter-ego, más allá de ser una extensión de su personalidad, resultó ser una proyección de su lado más humano, ése que podemos encontrar en nosotros mismos al entrar en contacto con la pieza. Pudiera parecer una paradoja que un personaje anónimo nos diga más de nosotros mismos que los más elocuentes discursos, esto lo logra “Timo” por los elementos que lo conforman, donde la regla de “menos es más” funciona con precisión.

Carece de boca porque sus acciones nos muestran que las palabras están de sobra cuando los hechos las enuncian, además, rompe con las formalidades que nos hace distanciarnos del arte, ¿cómo aproximarnos a ella si no podemos ni rozarla? En este caso, a este ciudadano se le puede hasta abrazar, e incluso podemos tomarnos una foto con él y formar parte de nuestros recuerdos fotográficos.

A este amigo de todos, desde su nacimiento, encontró en la Galería Intersección un hogar en donde podemos compartir con él y al que invariablemente vuelve después de conocer el mundo, ya sea Corea, Chicago, el Mexibus del Edomex o el Palacio Legislativo de San Lázaro, donde actualmente merodea. Cada uno de estos puntos ha sido testigo de esa ironía que no necesita grandilocuencia para expresar su visión crítica de este mundo global, vertiginoso e impersonal, donde el imperativo es la homogeneización. Esa homogeneización a la que Rodrigo de la Sierra desafía, con cada pieza de su “hijo”.